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lunes, 30 de abril de 2007

JULIO CORTÁZAR: Las armas secretas



Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que tender

una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que abrir una lata

de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas. «Pero si todo es excepcional»,

piensa Pierre alisando torpemente el gastado cobertor azul.

«Ayer llovía, hoy hubo sol, ayer estaba triste, hoy va a venir Michèle.

Lo único invariable es que jamás conseguiré que esta cama tenga un aspecto presentable».

No importa, a las mujeres les gusta el desorden de un cuarto de soltero, pueden sonreír (la madre asoma en todos sus dientes) y arreglar las cortinas,

cambiar de sitio un florero o una silla, decir sólo a ti se te podía ocurrir poner esa mesa donde no hay luz.

Michèle dirá probablemente cosas así, andará tocando y moviendo libros y lámparas, y él la dejará hacer mirándola todo el tiempo, tirado en la cama o hundido en el viejo sofá, mirándola a través del humo de una Gauloise y deseándola.

«Las seis, la hora grave», piensa Pierre.

La hora dorada en que todo el barrio de Saint-Sulpice empieza a cambiar, a prepararse para la noche.

Pronto saldrán las chicas del estudio del notario, el marido de madame Lenótre arrastrará su pierna por las escaleras, se oirán las voces de las hermanas del sexto piso, inseparables a la hora de comprar el pan y el diario. Michèle ya no puede tardar, a menos que se pierda o se vaya demorando por la calle, con su especial aptitud para detenerse en cualquier parte y echar a viajar por los pequeños mundos particulares de las vitrinas.

Después le contará: un oso de cuerda, un disco de Couperin, una cadena de bronce con una piedra azul, las obras completas de Stendhal, la moda de verano.

Razones tan comprensibles para llegar un poco tarde. Otra Gauloise, entonces, otro trago de coñac. Le dan ganas de escuchar unas canciones de Mac-Orlan, busca sin mucho esfuerzo entre montones de papeles y cuadernos.

Seguro que Roland o Babette se han llevado el disco; bien podrían avisarle cuando se llevan algo suyo.

¿Por qué no llega Michèle? Se sienta al borde de la cama, arrugando el cobertor. Ya está, ahora tendrá que tirar de un lado y de otro, reaparecerá el maldito borde de la almohada.

Huele terriblemente a tabaco, Michèle va a fruncir la nariz y a decirle que huele terriblemente a tabaco. Cientos y cientos [268] de Gauloises fumadas en cientos y cientos de días: una tesis, algunas amigas, dos crisis hepáticas, novelas, aburrimiento.

¿Cientos y cientos de Gauloises? Siempre le sorprende descubrirse inclinado sobre lo nimio, dándole importancia a los detalles.


Julio Cortázar

AUGUSTO MONTERROSO: Unas palabras sobre el cuento


Si a uno le gustan las novelas, escribe novelas; si le gustan los cuentos, uno escribe cuentos. Como a mí me ocurre lo último, escribo cuentos. Pero no tantos: seis en nueve años, ocho en doce. Y así.
Los cuentos que uno escribe no pueden ser muchos. Existen tres, cuatro o cinco temas; algunos dicen que siete. Con ésos debe trabajarse.
Las páginas también tienen que ser sólo unas cuantas, porque pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder como un cuento. Diez líneas de exceso y el cuento se empobrece; tantas de menos y el cuento se vuelve una anécdota y nada más odioso que las anécdotas demasiado visibles, escritas o conversadas.La verdad es que nadie sabe cómo debe ser un cuento. El escritor que lo sabe es un mal cuentista, y al segundo cuento se le nota que sabe, y entonces todo suena falso y aburrido y fullero. Hay que ser muy sabio para no dejarse tentar por el saber y la seguridad.

viernes, 27 de abril de 2007

J-five Feat. Charlie Chaplin - Modern Times

Siguiendo con mis canciones favoritas, hoy me decanto por publicar Modern times de J-Five.
Encontre esta canción por casualidad y nada más escucharla me encanto.No se por qué no es demasiado conocida, al menos en España, porque es bastante buena. Mezcla lo clásico (el ritmo de Chaplin y su gracioso Modern times) con lo más actual (el rapeo y el dance de J-Five) dando como resultado un ritmo pegadizo que hace que quieras escucharla una y otra vez. Un buen homenaje al maestro Chaplin.
Espero que os guste. Como siempre ahí va el video y la letra:

J-FIVE: MODERN TIMES


And it's a

Talent most people should learn

How to

Make you laugh without saying a word

People have to yell nowadays to get heard

But Charlie was a man and that man could turn

Serious, into delirious, he had

A myriad of ways to paint a smile, and

Every woman in the house went, oh

If they wanted to act, they better act on cue so

Refrain

He hicked the game go figure

Had no time for gold diggers

The Mack daddy of the 1930's,

I'm Kicking back on the couch watching modern times

One more time

Rise 'em up

Hold that thought I got a vision, it's intense

I want a globe I can bounce off of people's heads

And when the earth starts shaking, people will commence

In a laughter, without one word being said

Does anybody here want to hear my voice

Or is silence the golden choice

Refrain

Ladies and gentlemen

Can you hold the applause, the show is about to begin

And it's a

Talent most people should learn

How to Make you laugh without saying a word

People have to yell nowadays to get heard

But Charlie was a man and that man could turn

Serious, into delirious, he had

A myriad of ways to paint a smile, and

Every woman in the house went, oh

If they wanted to act, they better act on cue so

Refrain

miércoles, 25 de abril de 2007

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: La luz es como el agua


En Navidad los niños volvieron a pedir un bote de remos.
-De acuerdo -dijo el papá, lo compraremos cuando volvamos a Cartagena.
Totó, de nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres creían.
-No -dijeron a coro-. Nos hace falta ahora y aquí.
-Para empezar -dijo la madre-, aquí no hay más aguas navegables que la que sale de la ducha.
Tanto ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un patio con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En cambio aquí en Madrid vivían apretados en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. Pero al final ni él ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos con su sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo habían ganado. Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación.
-El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-. El problema es que no hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible.
Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para subir el bote por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.
-Felicitaciones -les dijo el papá ¿ahora qué?
-Ahora nada -dijeron los niños-. Lo único que queríamos era tener el bote en el cuarto, y ya está.
La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó me preguntó cómo era que la luz se encendía con sólo apretar un botón, y yo no tuve el valor de pensarlo dos veces.
-La luz es como el agua -le contesté: uno abre el grifo, y sale.
De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche, aprendiendo el manejo del sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban del cine y los encontraban dormidos como ángeles de tierra firme. Meses después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina. Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
-Está mal que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada -dijo el padre-. Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
-¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del primer semestre? -dijo Joel.
-No -dijo la madre, asustada-. Ya no más.
El padre le reprochó su intransigencia.
-Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su deber -dijo ella-, pero por un capricho son capaces de ganarse hasta la silla del maestro.
Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que habían sido los últimos en los dos años anteriores, se ganaron en julio las dos gardenias de oro y el reconocimiento público del rector. Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el dormitorio los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.
En la premiación final los hermanos fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les dieron diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir nada, porque los padres les preguntaron qué querían. Ellos fueron tan razonables, que sólo quisieron una fiesta en casa para agasajar a los compañeros de curso.
El papá, a solas con su mujer, estaba radiante.
-Es una prueba de madurez -dijo.
-Dios te oiga -dijo la madre.
El miércoles siguiente, mientras los padres veían La Batalla de Argel , la gente que pasó por la Castellana vio una cascada de luz que caía de un viejo edificio escondido entre los árboles. Salía por los balcones, se derramaba a raudales por la fachada, y se encauzó por la gran avenida en un torrente dorado que iluminó la ciudad hasta el Guadarrama.
Llamados de urgencia, los bomberos forzaron la puerta del quinto piso, y encontraron la casa rebosada de luz hasta el techo. El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el sextante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.

lunes, 23 de abril de 2007

Más música: IL DIVO - Ti amerò

Otra de mis canciones favoritas, sobre todo por las voces que la cantan. Qué deciros de Il Divo.....son uns de mis debilidades.
Otra vez es una canción en italiano, que le voy a hacer, me encanta, aunque aún no lo hable. No he encontrado ningún video de esta canción así que os dejo una presentación de imagenes para que podais escucharla al menos.


IL DIVO: TI AMERÒ


La notte scivola sul mondo
Che si addormenterà
E la luna vestirà d´argento
Il mare e le città
E tu mi mancherai
Più ancora
Quanto non lo sai
Continuerò a credere che
Siamo un´anima, io e te
E ti amerò comunque, lo so
Anche se non sei con meIo ti amerò
Ti porterò con me nel sole
Nei sogni che farò
Ruberò i colori del mattino
E un cielo limpido
Su cui dipingerò il tuo viso
E sorriderò
Continuerò a credere che
Siamo un´anima, io e te
E ti amerò comunque, lo so
Anche se non sei con me
Mi manchi più che mai stasera
Quanto non lo sai...
Los chicos de Il Divo visitarán España en el próximo mes de junio. De momento se conocen dos fechas para las que ya pueden adquirirse las localidades a través de la web de Tick Tack Ticket: 17 de junio en Barcelona y 19 de junio en Madrid.
Mie enhorabuena para los que podais asistir al evento , yo tendré que quedarme en casa por falta de liquidez, que se le va a hacer, así es la vida ( por cierto, se aceptan donativos para hacer un sueño realidad, jajaja).
Il Divo están de gira mundial así que seguro que tendreis algún concierto cerca de vosotros al que poder asistir si os apetece, podeis consultar los lugares y fechas con un simple click aquí.
Nada más, espero que os haya gustado la canción , a mi me encanta, ojalá alguien me dijerá algo así algún día...

sábado, 21 de abril de 2007

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA:¡ Ese soy yo!


Cuando vi sacar aquel cadáver del agua, grité:
-Ése soy yo... Yo.
Todos me miraron asombrados, pero yo continué: "Ése soy yo... Ése es mi reloj de pulsera con un brazalete extensible... Soy yo".
-¡Soy yo!... ¡Soy yo! -les gritaba y no me hacían caso, porque no comprendían cómo yo podía ser el que había traído el río ahogado aquella mañana.

miércoles, 18 de abril de 2007

TIZIANO FERRO: No me lo puedo explicar

Hace tiempo que no cuelgo ninguna canción...
Esta me gusta bastante, sobre todo por lo que dice. Y, aunque prefiero la versión italiana, escribiré la letra de la española (que se corresponde más o menos), más que nada porque mi italiano no es demasiado bueno...
Qué razón tiene Tiziano! Quién no ha sentido alguna vez que no le valoran como se merece? que da más de lo que recibe? creo que nadie esta libre de sentirse así...


TIZIANO FERRO: NO ME LO PUEDO EXPLICAR

Me falta un poco el aire que soplaba
O simplemente tu espalda blanca...
Y ese reloj ya no andaba
De mañana a tarde siempre se paraba
Como yo el te miraba
Nunca llorarè por ti
A pesar de lo que un tiempo fuì...no no
Sí, lo admito, alguna vez
Te pienso pero
No me tocas más
Sólo que pensaba lo inùtil que es desvariar
Y creer que estoy bien cuando es invierno pero tú
No me das tu amor constante
No me abrazas y repites que soy grande
Me recuerdas que revivo en muchas cosas...
Casa, viajes, coches, libros, páginas de diario
Que aún si ya no valgo nada por lo menos yo
Te permito caminar
Y si quieres te regalo sol y mar
Excusa, sabes, no quisiera molestar
Pero como esto puede acabar
No me lo puedo explicar
Yo no lo puedo explicar
La negra noche y la luna llena
Nos ofrecían sólo un poco de atmosfera
Yo la amo todavía
Cada detalle es aire que me falta
Y si estoy así es por la primavera
Pero sé que es una excusa...
Solo que pensaba lo inútil que es desvariar
Y creer que estoy bien cuando es invierno pero tú
No me das tu amor constante
No me abrazas y repites que soy grande
Me recuerdas que revivo en muchas cosas...
Casa, viajes, coches, libros, páginas de diario
Que aún si ya no valgo nada por lo menos yo
Te permito caminar
Sólo que pensaba lo inútil que es desvariar
Y creer que estoy bien cuando es invierno pero tu
No me das tu amor constante
No me abrazas y repites que soy grande
Me recuerdas que revivo en muchas cosas...
Casa, viajes, coches, libros, páginas de diario
Que aún si ya no valgo nada por lo menos yo
Te permito caminar
Y si quieres te regalo sol y mar
Excusa, sabes, no quisiera molestar
Pero como esto puede acabar
Pero como esto puede acabar
Pero como esto puede acabar

MIGUEL HERNÁNDEZ: Todo era azul


Todo era azul delante de aquellos ojos y era
verde hasta lo entrañable, dorado hasta muy lejos.
Porque el color hallaba su encarnación primera
dentro de aquellos ojos de frágiles reflejos.

Ojos nacientes: luces en una doble esfera.
Todo radiaba en torno como un solar de espejos.
Vivificar las cosas para la primavera
poder fue de unos ojos que nunca han sido viejos.

Se los devoran. ¿Sabes? No soy feliz. No hay goce
como sentir aquella mirada inundadora.
Cuando se me alejaba, me despedí del día.

La claridad brotaba de su directo roce,
pero los devoraron. Y están brotando ahora
penumbras como el pardo rubor de la agonía.

MIGUEL HERNÁNDEZ

lunes, 16 de abril de 2007

Julio Cortázar: Rayuela (capítulo 68)


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia.

Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios.

Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa.

¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.


Julio Cortázar

viernes, 13 de abril de 2007

FRANCISCO VILLAESPESA: Celos

Al saber la verdad de tu perjurio,
loco de celos, penetré en tu cuarto.
Dormías inocente como un ángel,

con los rubios cabellos destrenzados,
enlazadas las manos sobre el pecho
y entreabiertos los labios.
Me aproximé a tu lecho, y de repente

oprimí tu garganta entre mis manos.
Despertaste. Miráronme tus ojos.
Y quedé deslumbrado,
igual que un ciego que de pronto viese
brillar del sol los luminosos rayos!
Y en vez de estrangularte, con mis besos

volví a cerrar el oro de tus párpados.

Francisco Villaespesa

jueves, 12 de abril de 2007

JAIME SABINES: No es que muera de amor


No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
Inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines

miércoles, 11 de abril de 2007

CHARLES BAUDELAIRE: El vampiro


Tú que, como una cuchillada;
entraste en mi dolorido corazón.
Tú que, como un repugnante tropel
de demonios, viniste loca y adornada,

para hacer de mi espíritu humillado
tu lecho y tu dominio.
¡Infame!, a quien estoy ligado
como el forzado a su cadena,

como al juego el jugador empedernido,
como el borracho a la botella,
como a la carroña los gusanos.
-¡Maldita, maldita seas tú!

Supliqué a la rápida espada
que conquistara mi libertad
y supliqué al pérfido veneno
que sacudiera mi ruindad.

¡Ay! el veneno y la espada.
me desdeñaron diciéndome:.
-No eres digno de que se te libere
de tu esclavitud maldita.
-¡Imbécil!

-Si de su dominio
te libraron nuestros esfuerzos,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro.


Charles Baudelaire

martes, 10 de abril de 2007

MARGUERITE DURAS: El tren de Burdeos


Una vez, tuve dieciséis años. A esta edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigon, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1.930. Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven enfrente mío que me miraba. Debía de tener treinta años. Debía de ser verano. Yo siempre llevaba estos vestidos claros de las colonias los pies desnudos en unas sandalias. No tenía sueño. Este hombre me hacía preguntas sobre mi familia, y yo le contaba cómo se vivía en las colonias, las lluvias, el calor, las verandas, la diferencia con Francia, las caminatas por los bosques, y el bachillerato que iba a pasar aquel año, cosas así, de conversación habitual en un tren, cuando uno desembucha toda su historia y la de su familia. Y luego, de golpe, nos dimos cuenta que todo el mundo dormía. Mi madre y mis hermanos se habían dormido muy deprisa tras salir de Burdeos. Yo hablaba bajo para no despertarles. Si me hubieran oído contar las historias de la familia, me habrían prohibido hacerlo con gritos, amenazas y chillidos. Hablar así bajo, con el hombre a solas había adormecido a los otros tres o cuatro pasajeros del vagón. Con lo cual este hombre y yo éramos los únicos que quedábamos despiertos, y de ese modo empezó todo en el mismo momento, exacta y brutalmente de una sola mirada. En aquella época, no se decía nada de estas cosas, sobre todo en tales circunstancias. De repente, no pudimos hablarnos más. No pudimos, tampoco, mirarnos más, nos quedamos sin fuerzas, fulminados. Soy yo la que dije que debíamos dormir para no estar demasiado cansados a la mañana siguiente, al llegar a París. Él estaba junto a la puerta, apagó la luz. Entre él y yo había un asiento vacío. Me estiré sobre la banqueta, doblé las piernas y cerré los ojos. Oí que abrían la puerta, salió y volvió con una manta de tren que extendió encima mío. Abrí los ojos para sonreírle y darle las gracias. Él dijo: "Por la noche, en los trenes, apagan la calefacción y de madrugada hace frío". Me quedé dormida. Me desperté por su mano dulce y cálida sobre mis piernas, las estiraba muy lentamente y trataba de subir hacia mi cuerpo. Abrí los ojos apenas. Vi que miraba a la gente del vagón, que la vigilaba, que tenía miedo. En un movimiento muy lento, avancé mi cuerpo hacia él. Puse mis pies contra él. Se los di. Él los cogió. Con los ojos cerrados seguía todos sus movimientos. Al principio eran lentos, luego empezaron a ser cada vez más retardados, contenidos hasta el final, el abandono al goce, tan difícil de soportar como si hubiera gritado.

Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido del tren. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor.

Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí. Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer.

El ruido del tren volvió. La mano se retiró, se quedó lejos de mí durante un largo rato, ya no me acuerdo, debí caer dormida.

Volvió.

Acaricia el cuerpo entero y luego acaricia los senos, el vientre, las caderas, en una especie de humor, de dulzura a veces exasperada por el deseo que vuelve. Se detiene a saltos. Está sobre el sexo, temblorosa, dispuesta a morder, ardiente de nuevo. Y luego se va. Razona, sienta la cabeza, se pone amable para decir adiós a la niña. Alrededor de la mano, el ruido del tren. Alrededor del tren, la noche. El silencio de los pasillos en el ruido del tren. Las paradas que despiertan. Bajó durante la noche. En París, cuando abrí los ojos, su asiento estaba vacío.

Marguerite Duras

lunes, 9 de abril de 2007

JULIO CORTÁZAR: Continuidad de los parques


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otro vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.


Julio Cortázar

sábado, 7 de abril de 2007

OSCAR WILDE: El artista


Un día nació en su alma el deseo de esculpir la estatua de El placer que dura un instante. Y se fue por el mundo en busca del bronce que necesitaba, pues no podía contemplar sus obras más que en bronce. Pero el bronce había desaparecido del mundo y no se podía hallar en ningún lugar de la Tierra, excepto en el bronce empleado para hacer la estatua de El dolor que se sufre toda la vida. Y era precisamente él mismo quien con sus propias manos había moldeado esa estatua, erigiéndola en la tumba del único ser a quien amó. Así pues, levantó en la tumba de la persona fallecida aquella estatua que era su creación, para que fuese símbolo del amor inmortal del hombre y símbolo del dolor humano que sufre toda la vida. Pero en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua. Por lo que entonces, cogió la estatua que tiempo atrás había erigido, la metió en un gran horno y la entregó a las llamas. Y con el bronce de la estatua de El dolor que se sufre toda la vida esculpió la estatua de El placer que dura un instante.


Oscar Wilde

viernes, 6 de abril de 2007

JUAN JOSÉ MILLÁS: Dos mujeres en Praga


"- Quítate el parche - le pedí, pues me parecía que había un exceso de oscuridad en el ambiente.
- No- dijo ella, quiero presenciarlo todo con el lado izquierdo.
-Qué absurdo- dije.
- ¿Te parece absurdo?
- No sé. Ahora sí.
- ¿Entonces tampoco crees que se puede escribir un libro zurdo?
- No sé que rayos es un libro zurdo.
- ¿Crees que eres un buen reportero?
- No soy malo.
- No eres malo porque escribes cosas previsibles. Ves la realidad con el lado derecho y la ordenas con ese lado también. Le das a los lectores lo que esperan recibir y te pagan por ello. Está bien, no engañas a nadie y cobras la tarifa adecuada al producto que vendes. Pero imagínate que todo lo que has escrito con el lado derecho lo hubieras escrito con el lado izquierdo. Intenta ver lo que está pasando aquí mismo, ahora, con ese lado. No compadezcas a Luz, como te han enseñado a compadecer a los enfermos. En lugar de eso, solidarízate con ella desde el lado que menos conoces de ti. Sé zurdo durante un rato y verás cómo todo se ilumina.

Sentí que todas las grietas de mi vida que yo había ido taponando desesperadamente con harapos de realidad, como se tapa una herida de combate, se vaciaban para llenarse ahora de jirones de irrealidad, y comprendí lo imaginario que había sido todo. Fue un descanso sentirlo así, y comprendí que si tuviera que escribir un reportaje sobre aquellas mujeres ya no trataría de averiguar si Luz era puta o funcionaria, o si tenía una depresión o un sida. Tampoco si María José era hija de un pescadero o de un mecánico. Toda mi escala de valores, fuera cual fuera, se había ido al carajo, y apareció ante mi ojo izquierdo un orden distinto. Supe que había vivido una vida honrada, pero banal, llena de excitaciones convencionales, manejadas a distancia por otro que no era yo. Comprendí que en la aspiración loca de María José por escribir un libro zurdo había un proyecto de insubordinación que valía por todas mis realizaciones. Y no me pareció que el parche la oscureciera, porque al contemplarla, no sin esfuerzo, con el ojo izquierdo, la veía completamente iluminada y deseable..."

CHARLES BAUDELAIRE: Las ventanas


Quien mira desde fuera a través de una ventana abierta, no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por una candela. Lo que se puede ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que se pasa detrás de un cristal. En ese agujero oscuro o luminoso vive la vida, sufre la vida. Más allá de la oleada de tejados, entreveo a una mujer madura, ya con arrugas, pobre, siempre inclinada sobre algo, y que nunca sale a la calle. Con su rostro, con su ropa, con su gesto , con casi nada, he reconstruido la historia de esa mujer, o más bien su leyenda, y a veces me la cuento, llorando, a mí mismo.

Si se hubiera tratado de un hombre viejo y pobre, habría reconstruido la suya con la misma facilidad.

Puede que me digáis: "¿Estás seguro de que es verdad esa leyenda?" ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad que hay fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que existo y lo que soy?


Charles Baudelaire

jueves, 5 de abril de 2007

JULIO LLAMAZARES: EL ENTIERRO DE GENARÍN


"Poco antes de las doce de la mañana de Viernes Santo, y en la carretera de los Cubos de esta capital, junto al cubo tercero de la muralla yendo desde Puerta Castillo para San Lorenzo, inmediato a la calle que baja de Santa Marina, ocurrió una desgracia que impresionó profundamente a las muchísimas personas que acudieron al lugar del suceso, tan próximo al sitio en que era la hora de la mayor concurrencia por la procesión que se celebraba.
Según las referencias obtenidas en el lugar del suceso, momentos después de ocurrir éste, circulaba por la carretera un camión de la limpieza pública guiado por el chofer José María Sáenz, de diecinueve años, llevando en el vehículo a dos empleados en el servicio, y debido a la velocidad que llevaba no pudo hacerse funcionar debidamente los frenos al encontrarse en la carretera y en la mano del vehículo a un hombre.
No hemos logrado precisar si la víctima de este triste suceso iba por el centro de la carretera o por un lado, si bien esto es lo verosímil por la posición del cadáver.La muerte debió sobrevenir casi instantáneamente debido a la presión sufrida contra la muralla, lo que le produciría, en opinión del forense, la fractura de la base y bóveda del cráneo.
Seguidamente de ocurrir el atropello varias personas se acercaron al camión arrastrándole con el fin de auxiliar a la víctima, auxilio que fue inútil, pues claramente se veía que la muerte había sobrevenido.
Acudieron agentes de la Autoridad custodiando el cadáver hasta que se presentó el juzgado que ordenó su levantamiento y conducción al depósito judicial.También dispuso fuera intervenido el camión, el que habrá de ser examinado por peritos, toda vez que tiene desperfectos de consideración y esto dictamen habrá de ser un fundamento para el sumario.
El chófer fue detenido por el guardia municipal Ricardo Muñiz, que le condujo a la Comisaría, pasando seguidamente a la cárcel por orden judicial.
El muerto se llamaba Jenaro Blanco y Blanco, contaba unos sesenta años de edad y se dedicaba a la compra ambulante de pieles de conejo. Vivía en el Puente Castro.Seguidamente de ocurrir el accidente se presentaron el cura ecónomo de Santa Marina, don Anastasio Fernández, y el coadjutor, don Ramiro Carniago, dándole el primero la absolución y administrándole a continuación la Extremaunción sub conditione.
A su familia, en especial a su hijo don jacinto, tipógrafo que fue en uno de los talleres de esta ciudad, nuestro sentido pésame. "


Con esta detallada reseña necrológica, publicada en su última página junto a sendos anuncios del Gran hotel Oliden y de los riquísimos cafés de La Marta, despedía el Diario de León un 30 de marzo de 1929, Sábado Santo por más señas, a quien durante tantos años fura su más insigne pregonero por las calles y rincones de la vieja ciudad leonesa.

Había muerto Genarín, el pellejero amante del orujo y cliente de tabernas y prostíbulos, conocido y querido de todos y cada uno de los veintipico mil pobladores de aquel León humilde de fienles de los años veinte, de aquel león con regusto todavía a pueblo grande.

La noticia, sin embargo, estaba ya en boca de todos desdeel día anterior. La inesperada y atroz muerte de Genaro había conmivido como una sacudida bíblica las propias piedras de la ciudad porque, con él, moría también un poco aquel León decimonónico de boticas y artesanos, de burros, mercadillos callejeros y canónigos [...]

Y este azar milagroso, sin precedente alguno, ni tan siquiera analogía en los anales del santoral cristiano, fue a venir de la mano de un grupo de bohemios leoneses, mitad búhos, mitad poetas, que, a contrapelo de leyes y costumbres, todas las noches de Jueves Snato, cuando el reloj de la Plaza Mayor desgrenaba las doce campanadas que precedían al reino de las brujas y los muertos, recorrían en cortejo las calles de la ciudad desgrenando sus versos alcohólicos a la luz de una candil o de una farola...

miércoles, 4 de abril de 2007

VICENTE HUIDOBRO: Solitario invencible



Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza
La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje.

Vicente Huidobro

PABLO NERUDA: Quién muere


Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión un gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobres las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no da vuelta la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, no escucha música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando lo indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
Pablo Neruda

lunes, 2 de abril de 2007

DÁMASO ALONSO: Insomnio


Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

VALLE-INCLÁN: Rosa de melancolía

Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.
Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.
Me daba Epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de Arcadia, miel de sus colmenas.
Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de Melancolía.

domingo, 1 de abril de 2007

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: Así escribí CIEN AÑOS DE SOLEDAD (Fragmento de discurso)


Ni en el más delirante de mis sueños en los días en que escribía Cien años de soledad llegué a imaginar en asistir a este acto para sustentar la edición de un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran leer algo escrito en la soledad de mi cuarto con 28 letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal parecería a todas luces una locura, hoy las academias de la lengua lo hacen con un gesto hacia una novela que ha pasado ante los ojos de cincuenta veces un millón de lectores y ante un artesano insomne como yo, que no sale de la sorpresa por todo lo que le ha sucedido. Pero no se trata de un reconocimiento a un escritor.Este milagro es la demostración irrefutable de que hay una cantidad enorme de personas dispuestas a leer historia en lengua castellana y, por lo tanto, un millón de ejemplares de Cien años de soledad no son un millón de homenajes a un escritor que hoy recibe sonrojado el primer libro de este tiraje descomunal. Es la demostración de que hay lectores en lengua castellana hambrientos de este alimento. No sé a que horas sucedió todo; sólo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy, no he hecho cosa distinta que levantarme todo los días temprano y sentarme ante un teclado para llenar una página en blanco o una pantalla de computador con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie que le haga más feliz la vida a un lector inexistente. En mi rutina de escribir nada ha cambiado desde entonces. [...]Los lectores de Cien años de soledad son hoy una comunidad que si se uniera en una misma tierra sería uno de los 20 países más poblados del mundo. No se trata de una afirmación pretenciosa. Quiero apenas mostrar que hay una gigantesca cantidad de personas que han demostrado con su hábito de lectura que tienen un alma abierta para ser llenada con mensajes en castellano. El desafío es para todos los escritores, poetas, narradores para alimentar esa sed y multiplicar esa muchedumbre razón de ser de nosotros mismos.A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". No tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminé el libro. [...] Esperanza Araiza, la inolvidable Pera, era una mecanógrafa de poetas y cineastas que había pasado en limpio grandes obras de escritores mexicanos [...]. Cuando le propuse que me sacara en limpio la obra, la novela era un borrador acribillado a remiendos [...]. Pocos años después Pera me confesó que, cuando llevaba a su casa la última versión corregida por mí, resbaló al bajarse del autobús con un aguacero diluvial y las cuartillas quedaron flotando en el cenegal de la calle. Las recogió empapadas y casi ilegibles con la ayuda de otros pasajeros y las secó en su casa hoja por hoja con una plancha de ropa.Y otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos durante ese tiempo en que no gané ni un centavo. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa.Después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de sus familiares a través de los años. El experto las examinó con rigor de cirujano, pasó y pasó con sus ojos mágicos las esmeraldas del collar, los rubíes de las sortijas [...]. Y al final volvió con una larga verónica de novillero: "Todo esto es puro vidrio" [...].Por fin, a principios de agosto de 1966, Mercedes y yo fuimos la oficina de correos de México para enviar a Buenos Aires la versión terminada de Cien años de soledad, un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble espacio y en papel ordinario dirigidas a Francisco Porrua, director literario de la editorial Suramericana. El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales y dijo: "Son 82 pesos". Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la realidad: "Sólo tenemos 53". Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para mandar el resto. Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero para enviarla, Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial Suramericana, ansioso de leer la primera parte, nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarlo. Así es como volvimos a nacer en nuestra vida de hoy.
(EFE)