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viernes, 6 de abril de 2007

JUAN JOSÉ MILLÁS: Dos mujeres en Praga


"- Quítate el parche - le pedí, pues me parecía que había un exceso de oscuridad en el ambiente.
- No- dijo ella, quiero presenciarlo todo con el lado izquierdo.
-Qué absurdo- dije.
- ¿Te parece absurdo?
- No sé. Ahora sí.
- ¿Entonces tampoco crees que se puede escribir un libro zurdo?
- No sé que rayos es un libro zurdo.
- ¿Crees que eres un buen reportero?
- No soy malo.
- No eres malo porque escribes cosas previsibles. Ves la realidad con el lado derecho y la ordenas con ese lado también. Le das a los lectores lo que esperan recibir y te pagan por ello. Está bien, no engañas a nadie y cobras la tarifa adecuada al producto que vendes. Pero imagínate que todo lo que has escrito con el lado derecho lo hubieras escrito con el lado izquierdo. Intenta ver lo que está pasando aquí mismo, ahora, con ese lado. No compadezcas a Luz, como te han enseñado a compadecer a los enfermos. En lugar de eso, solidarízate con ella desde el lado que menos conoces de ti. Sé zurdo durante un rato y verás cómo todo se ilumina.

Sentí que todas las grietas de mi vida que yo había ido taponando desesperadamente con harapos de realidad, como se tapa una herida de combate, se vaciaban para llenarse ahora de jirones de irrealidad, y comprendí lo imaginario que había sido todo. Fue un descanso sentirlo así, y comprendí que si tuviera que escribir un reportaje sobre aquellas mujeres ya no trataría de averiguar si Luz era puta o funcionaria, o si tenía una depresión o un sida. Tampoco si María José era hija de un pescadero o de un mecánico. Toda mi escala de valores, fuera cual fuera, se había ido al carajo, y apareció ante mi ojo izquierdo un orden distinto. Supe que había vivido una vida honrada, pero banal, llena de excitaciones convencionales, manejadas a distancia por otro que no era yo. Comprendí que en la aspiración loca de María José por escribir un libro zurdo había un proyecto de insubordinación que valía por todas mis realizaciones. Y no me pareció que el parche la oscureciera, porque al contemplarla, no sin esfuerzo, con el ojo izquierdo, la veía completamente iluminada y deseable..."

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